TEMAS
1)¡Mi querido agnóstico!
2)Reflexiones de Nuestra Moral
¡Mi querido agnóstico!
Muchas veces me he preguntado si usted seguiría llamándose a sí mismo agnóstico, si supiera que esa palabra no quiere decir otra cosa que «ignorante». Quizás... con una discreta alusión al sabio Sócrates, que también declaró que sabía que no sabia nada. Pero muchos de vosotros se llaman a sí mismos agnósticos sin haber oído jamás hablar de Sócrates.
La fórmula básica de vuestro pensamiento viene a ser así: «No tengo suficientes pruebas ni de que existe Dios, ni de que no existe. Por tanto no puedo declararme ni creyente, ni ateo».
Esto estaría muy bien si usted no se conformara con ello. Pero eso es precisamente lo que hace la mayoría de los que se llaman agnósticos. Y no correrían ese riesgo en ninguna otra actividad humana. Si el señor A le asegurase que a una hora de distancia de ferrocarril alguien espera su visita para entregarle tres mil euros (o dólares), y el señor B le dijera que eso no puede ser verdad, ¿se quedaría usted tan tranquilo sin hacer nada (siempre en el supuesto de que tanto el señor A como el señor B sean personas igualmente dignas de confianza)? ¿No intentaría usted por lo menos informarse? No deja uno de lado sin más tres mil euros/dólares. Pero a Dios sí se le deja de lado.
Del ateo que está honradamente convencido de que no hay Dios, no puede esperarse que continúe buscando, pero el agnóstico no se lo puede permitir. Mientras admita que quizás sí pudiera existir Dios, tendrá que buscar. Si no lo hace, si permanece en su ignorancia con un encogimiento de hombros, no hará más que demostrar su total indiferencia por el problema. No es ni «ardiente» como el creyente, ni «frío» como el ateo: es tibio; y de los tibios dice el Espíritu Santo, en el Apocalipsis, la espantosa frase de que «Dios los vomitará de su boca».
Y la búsqueda deberá ser honrada. No sirve «convencerse» de la no existencia de Dios, dejándose servir un par de slogans más o menos plausibles. ¡Quien busca honradamente, halla!
Ser agnóstico puede aceptarse. Pero continuar siéndolo..., eso sólo puede llevar a la perdición.
Louis de Wohl
La fórmula básica de vuestro pensamiento viene a ser así: «No tengo suficientes pruebas ni de que existe Dios, ni de que no existe. Por tanto no puedo declararme ni creyente, ni ateo».
Esto estaría muy bien si usted no se conformara con ello. Pero eso es precisamente lo que hace la mayoría de los que se llaman agnósticos. Y no correrían ese riesgo en ninguna otra actividad humana. Si el señor A le asegurase que a una hora de distancia de ferrocarril alguien espera su visita para entregarle tres mil euros (o dólares), y el señor B le dijera que eso no puede ser verdad, ¿se quedaría usted tan tranquilo sin hacer nada (siempre en el supuesto de que tanto el señor A como el señor B sean personas igualmente dignas de confianza)? ¿No intentaría usted por lo menos informarse? No deja uno de lado sin más tres mil euros/dólares. Pero a Dios sí se le deja de lado.
Del ateo que está honradamente convencido de que no hay Dios, no puede esperarse que continúe buscando, pero el agnóstico no se lo puede permitir. Mientras admita que quizás sí pudiera existir Dios, tendrá que buscar. Si no lo hace, si permanece en su ignorancia con un encogimiento de hombros, no hará más que demostrar su total indiferencia por el problema. No es ni «ardiente» como el creyente, ni «frío» como el ateo: es tibio; y de los tibios dice el Espíritu Santo, en el Apocalipsis, la espantosa frase de que «Dios los vomitará de su boca».
Y la búsqueda deberá ser honrada. No sirve «convencerse» de la no existencia de Dios, dejándose servir un par de slogans más o menos plausibles. ¡Quien busca honradamente, halla!
Ser agnóstico puede aceptarse. Pero continuar siéndolo..., eso sólo puede llevar a la perdición.
Louis de Wohl
Reflexiones de Nuestra Moral
Decimos que los principios morales rigen el comportamiento de las personas. Estos demuestran si sus acciones o caracteres tienen un comportamiento humano, respetuoso, bondadoso, enemigo de la maldad. Estas actitudes nacen en el espíritu del hombre, no en lo material o en lo jurídico. Es así como la moral es un conjunto de valores espirituales, únicos y capaces de hacernos saber si las normas de conducta humana son buenas y aceptables y si no lo son.
Pero la mejor forma de saber que es moral, es conocer a Jesucristo, el es hombre perfecto, por tanto si imitamos a Jesús, estamos imitando su moralidad.
Ser un buen cristiano, es ser un hombre apegado a los valores morales y la vida junto a Cristo entrega los valores morales que se necesitan para serlo. En efecto solo gracias a El, se puede encontrarle sentido a la vida recta que exige los principios de la moralidad.
Creo que se equivocan, los que aseguran que la moral es un conjunto de normas que se cumplen como mandatos, como si fueran puntos de unas ciertas reglas que debe cumplirse porque los ha establecido la razón de los hombres. Sin embargo creo que están en lo cierto los que aseguran que la moral es la esencia, lo característico, y lo más importante de todo lo que no enseño Jesucristo como modo de vida temporal y en preparación para la vida eterna.
Es por tanto el seguimiento de Jesucristo, la adhesión incondicional a El, vivir como El nos enseñó y compartir todos nuestro hermanos el modo de vida que el nos instruyó, la esencia de lo que debe entenderse por valores morales.
[Jn 14, 6] Jesús contestó: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Estas palabra de Jesucristo ratifican lo expuesto, en definitiva, la vida en Cristo, es la vida en la moral de todo cristiano.
Al reconocer que somos hijos de Dios, aceptamos que todo lo que recibimos viene de El, por tanto las leyes morales, son propias del hombre por que las recibimos constantemente de Dios en nuestros corazones, el nos transmite su natural inclinación a ser bondadoso y a buscar el bien, que es la forma de vida verdadera para llegar a la vida eterna.
El hombre soberbio, se convence que la moral es solo algo que compete a la razón, y que nace en el como hombre, otros piensan que la moral es solo cuestión de fe y punto. Pero los hombres cristianos o creyentes en Dios, reconocemos que le debemos la inteligencia, la luz y la sabiduría a El como nuestro Padre y Creador. Tener la convicción de esto, es fortalecer e iluminar la razón, y es ejercer la facultad de comprender, conocer, razonar y vivir con claridad su vida en Cristo, por tanto en la moral.
Durante años el hombre vagó por el mundo sin cumplir las leyes santas de Dios, entonces El, como Padre Bueno, nos envió a su único Hijo para iluminarnos y liberarnos de la maldad y enseñarnos como debe ser el modo de vida del hombre para llegar a tener la gracia y la oportunidad de la vida eterna. Entonces Jesús, nos enseño el cuidado que debemos de tener con los fariseos, posturas que hasta hoy se siguen repitiendo. En todo caso Jesús nos enseño que las leyes de Dios, no solo se deben proclamar, además se deben cumplir, y que son hipócritas los que las proclaman, pero no hacen de ella su modo de vida.
Es así, como el hombre de valores morales, es capaz de cumplir las leyes de Dios, de oír y de seguir su voz, por tanto de entender sin confusión todo aquello que hizo Jesucristo, y su dolor al redimir al hombre y liberarnos de la maldad.
El seguir a Cristo, no es privilegio de unos pocos, es un llamado para todos los hombres del universo, por tanto el cumplimiento de los valores morales es de toda la humanidad, porque todos somos llamados a vivir santamente, todos estamos invitados a recorrer el camino que nos lleva a la casa del Padre.
Las características propias que distinguen al hombre bueno, lo que le hace libre de la maldad, lo que le hacer ser un hombre digno del amor de Dios y merecedor de todas su gracia, es hacer una vida asemejada a la de Cristo.
Nuestro modo de vida en Cristo, es de cuerpo y alma, no se puede separar, por tanto nos corresponde hacer de nuestro cuerpo un valor moral, un valor que no se puede transar, ni menospreciar, y que debe ser digno hogar de Dios, porque el lugar favorito para habitar de El, es el corazón de los hombres.
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Pero la mejor forma de saber que es moral, es conocer a Jesucristo, el es hombre perfecto, por tanto si imitamos a Jesús, estamos imitando su moralidad.
Ser un buen cristiano, es ser un hombre apegado a los valores morales y la vida junto a Cristo entrega los valores morales que se necesitan para serlo. En efecto solo gracias a El, se puede encontrarle sentido a la vida recta que exige los principios de la moralidad.
Creo que se equivocan, los que aseguran que la moral es un conjunto de normas que se cumplen como mandatos, como si fueran puntos de unas ciertas reglas que debe cumplirse porque los ha establecido la razón de los hombres. Sin embargo creo que están en lo cierto los que aseguran que la moral es la esencia, lo característico, y lo más importante de todo lo que no enseño Jesucristo como modo de vida temporal y en preparación para la vida eterna.
Es por tanto el seguimiento de Jesucristo, la adhesión incondicional a El, vivir como El nos enseñó y compartir todos nuestro hermanos el modo de vida que el nos instruyó, la esencia de lo que debe entenderse por valores morales.
[Jn 14, 6] Jesús contestó: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Estas palabra de Jesucristo ratifican lo expuesto, en definitiva, la vida en Cristo, es la vida en la moral de todo cristiano.
Al reconocer que somos hijos de Dios, aceptamos que todo lo que recibimos viene de El, por tanto las leyes morales, son propias del hombre por que las recibimos constantemente de Dios en nuestros corazones, el nos transmite su natural inclinación a ser bondadoso y a buscar el bien, que es la forma de vida verdadera para llegar a la vida eterna.
El hombre soberbio, se convence que la moral es solo algo que compete a la razón, y que nace en el como hombre, otros piensan que la moral es solo cuestión de fe y punto. Pero los hombres cristianos o creyentes en Dios, reconocemos que le debemos la inteligencia, la luz y la sabiduría a El como nuestro Padre y Creador. Tener la convicción de esto, es fortalecer e iluminar la razón, y es ejercer la facultad de comprender, conocer, razonar y vivir con claridad su vida en Cristo, por tanto en la moral.
Durante años el hombre vagó por el mundo sin cumplir las leyes santas de Dios, entonces El, como Padre Bueno, nos envió a su único Hijo para iluminarnos y liberarnos de la maldad y enseñarnos como debe ser el modo de vida del hombre para llegar a tener la gracia y la oportunidad de la vida eterna. Entonces Jesús, nos enseño el cuidado que debemos de tener con los fariseos, posturas que hasta hoy se siguen repitiendo. En todo caso Jesús nos enseño que las leyes de Dios, no solo se deben proclamar, además se deben cumplir, y que son hipócritas los que las proclaman, pero no hacen de ella su modo de vida.
Es así, como el hombre de valores morales, es capaz de cumplir las leyes de Dios, de oír y de seguir su voz, por tanto de entender sin confusión todo aquello que hizo Jesucristo, y su dolor al redimir al hombre y liberarnos de la maldad.
El seguir a Cristo, no es privilegio de unos pocos, es un llamado para todos los hombres del universo, por tanto el cumplimiento de los valores morales es de toda la humanidad, porque todos somos llamados a vivir santamente, todos estamos invitados a recorrer el camino que nos lleva a la casa del Padre.
Las características propias que distinguen al hombre bueno, lo que le hace libre de la maldad, lo que le hacer ser un hombre digno del amor de Dios y merecedor de todas su gracia, es hacer una vida asemejada a la de Cristo.
Nuestro modo de vida en Cristo, es de cuerpo y alma, no se puede separar, por tanto nos corresponde hacer de nuestro cuerpo un valor moral, un valor que no se puede transar, ni menospreciar, y que debe ser digno hogar de Dios, porque el lugar favorito para habitar de El, es el corazón de los hombres.
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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